Investigencia: una realidad que ha venido para quedarse.

1. Investigación e inteligencia

La palabra investigencia a su vez está formada por dos palabras que tienen diversos aspectos en común: investigar e inteligencia.

Por un lado, entendemos por investigación que es indagar para descubrir algo. Por otro lado, la inteligencia es la capacidad de entender o comprender y la capacidad de resolver problemas. A través de la investigación hacemos una búsqueda de información veraz y la inteligencia corresponde al resultado de analizar esa información.

La interacción entre ambas realidades nos permite hablar de investigencia. Esta debe ser interpretada como la confluencia de las tareas de investigación propias de los profesionales -principalmente detectives- y el proceso analítico que caracteriza a la producción de inteligencia.

En la época actual, hay una gran cantidad de información disponible, tanta, que incluso encontrar datos veraces, se puede presentar como una tarea complicada, ya que cantidad no significa calidad, por ello, es preciso aportar valor añadido a los trabajos de investigación para facilitar a los destinatarios o clientes la toma de decisiones y no limitarnos a facilitar información.

Además, quienes manejan información procedente de fuentes cerradas (por oposición a las abiertas o de acceso público) deben buscar el respaldo legal para sus procedimientos siempre que sea posible: este aditivo reside en el rigor profesional del detective que actúa de acuerdo con lo establecido en la normativa vigente.

 

2. Delimitación de responsabilidades. Dirección de la tarea de investigación: Qué investigar, por qué, para quién, cómo y dónde

Como señala Carolina Sanz Hernández, la necesidad de contratar a un detective privado surge cuando un individuo o una empresa desea obtener información acerca de una situación concreta. Esa necesidad puede tener un origen económico, laboral, familiar, empresarial, etc.

La ley que regula las actividades de todos los profesionales reconocidos, establece en su artículo 5 que la “investigación privada con relación a personas, hechos o delitos” es de carácter exclusivo para despachos de detectives. El profesional, además, debe atenerse a lo prescrito en la ley de protección de datos y no podrá compartir la información obtenida, sino que solo podrá ser empleada para atender al requerimiento, por supuesto, legal, para el que fue contratado. La Agencia Española de Protección de Datos protege la figura del detective desde la reserva y obligación de proteger las informaciones hasta los medios empleados, acordes a las necesidades de las informaciones y los datos que sean necesarios para lograr el éxito de su investigación.

Los servicios privados de Investigación abarcan, fundamentalmente, tres categorías:

1. Los relativos al ámbito económico, laboral, mercantil, financiero y, en general, a la vida personal, familiar o social, exceptuada la que se desarrolle en los domicilios o lugares reservados.

2. La obtención de información tendente a garantizar el normal desarrollo de las actividades que tengan lugar en ferias, hoteles, exposiciones, espectáculos, certámenes, convenciones, grandes superficies comerciales, locales públicos de gran concurrencia o ámbitos análogos.

3. La realización de averiguaciones y la obtención de información y pruebas relativas a delitos solo perseguibles a instancia de parte por encargo de los sujetos legitimados en el proceso penal.

 

Toda la información obtenida por el investigador debe plasmarse en un informe junto con las pruebas obtenidas (grabación, fotos, etc.), el cual será presentado ante los órganos judiciales correspondientes.

La misión principal del profesional de la inteligencia, o más conocido como analista, es procesar la información disponible, y la ausente, en la que se integre e interprete con el fin de estimar los futuros plausibles, así como su probabilidad de ocurrencia y sus respectivos impactos sobre los intereses del cliente, para que este pueda decidir con el menor nivel de incertidumbre posible sin embargo la figura del analista no está regulada, salvo la de aquel que trabaja para el Centro Nacional de Inteligencia, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o las Fuerzas Armadas, esto implica algunos inconvenientes tanto en la búsqueda de la información como en el valor de sus informes.

 

En virtud de lo anterior, se puede afirmar que la interacción entre el investigador y el analista de inteligencia aporta valor al resultado en varios sentidos:

  1. La existencia de una normativa aplicable a los procedimientos de búsqueda de información otorga tranquilidad al cliente. Actualmente, en España hablar de inteligencia en el ámbito privado levanta algunas reticencias debido a algún escándalo con tintes delictivos; por ello, saber que el profesional va a actuar en todo momento dentro de la legalidad (en caso contrario, tendrá que atenerse a las consecuencias y sanciones previstas en la ley) inspira confianza.
  2. El valor probatorio del material obtenido por el detective y de sus informes es un plus a la hora de “justificar” determinadas decisiones o medidas.
  3. El analista, con sus métodos seudocientíficos otorga rigor a sus conclusiones.
  4. Asimismo, el análisis de inteligencia permite la anticipación a los acontecimientos o, al menos, la oportuna adaptación a los cambios, siempre bajo el estudio pormenorizado de las consecuencias de cualquier decisión.
  5. La investigencia propone, de manera argumentada, alternativas de actuación a tenor de la información debidamente analizada y no se limita a la transmisión de datos. Cabe mencionar que, en ocasiones, una interpretación no profesional del informe de investigación puede acarrear consecuencias negativas para el cliente.

 

Los analistas a través del ciclo de inteligencia deben generar las necesidades de información para que sean atendidas por el investigador. Todo lo relativo a las fuentes de información y a los procedimientos de obtención compete al detective, por lo que será este quien determine dónde y cómo buscar los datos que el analista solicita, al mismo tiempo que el analista goza de total autonomía para tratar la información facilitada por el investigador, con el compromiso de hacerlo con rigor metodológico y objetividad.

 

 

3. Interrelación entre el analista y el investigador: Del grupo al equipo

Debe existir buena comunicación y coordinación entre el investigador y el analista sin sometimiento jerárquico y bajo la premisa del respeto a los criterios elegidos para cumplir con sus respectivas áreas. Confianza y compromiso entre investigador y analista son los ingredientes básicos para formar un gran equipo de trabajo, compartiendo conocimientos evitarán malentendidos o recelos.

Trabajando ambos hacia una línea en común es necesario el conocimiento tanto inmediato como último del objetivo principal.

Podemos decir que el detective participa sobre todo en la fase de obtención, pero al igual que el analista puede y debe estar en la del planteamiento de los objetivos, el investigador debe aportar conocimientos, asesoramiento y constantes flujos informativos. Por último, en la fase de difusión se relaciona el contenido del informe del detective con el que ha elaborado el analista.

El hecho de que acceder a la información veraz y tomar decisiones acertadas sea complejo, ha hecho necesario este “nuevo” servicio entre investigador y analista para generar informes basados en el rigor y la exactitud, elaborados con acatamiento a la ley y a la deontología profesional.

Cristian G. Detective Janus & Ana Isabel Páramo

 

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