No podemos hablar de igualdad efectiva de mujeres y hombres sin abordar el problema de la igualdad salarial. El objetivo de lograr la igualdad no debe quedarse solo en garantizar las mismas oportunidades de acceso al empleo de hombres y mujeres sino que, cuando este se produzca, las condiciones de unos y otras sean las mismas. Ello supone que las retribuciones que hombres y mujeres reciben por su trabajo sean determinadas por criterios objetivos sin sesgos de género. Pero, en no pocas ocasiones, ocurre que aunque los trabajos de mujeres y hombres sean similares el salario que perciben es inferior en las mujeres. Esto ocurre porque tradicionalmente se otorga mayor valor a los trabajos masculinizados. Las actividades que requieren esfuerzo físico suelen estar mejor recompensadas y se parte de la idea de que solo pueden ser ejecutadas por hombres. El esfuerzo físico de las tareas de limpieza o las camareras de piso de los hoteles no suele estar valorado.
Además, hay destrezas necesarias para trabajos feminizados que no suelen ser tenidas en cuenta para fijar el salario. Por poner solo unos ejemplos, citaremos la carga física y emocional de los trabajos de cuidados en sanidad o atención a la dependencia, la paciencia en la docencia de educación infantil o primaria o la capacidad de comunicación en servicios de reclamación y atención al cliente.
Para corregir esto y otorgar el mismo salario a trabajos de igual valor se aprobó el Real Decreto 902/2020, de 13 de octubre, de igualdad retributiva entre hombres y mujeres. Esta norma introduce criterios para determinar la retribución de un trabajo que hasta ahora no han sido tenidos en cuenta y que se precisan en trabajos feminizados, como la responsabilidad relacionada con el bienestar de las personas, las habilidades de cuidado y atención de personas, la destreza o la capacidad de resolución de conflictos.
Debemos insistir en la necesidad de conseguir un mercado de trabajo verdaderamente integrado, sin oficios o actividades feminizadas ni masculinizadas, sino en el que se garantice la presencia equilibrada de hombres y mujeres.
Y mientras ello ocurre, es necesario superar viejas fórmulas de valoración de los puestos de trabajo, huir de estereotipos e introducir criterios adaptados a la realidad de los nuevos empleos y así dar el valor que merece el trabajo tradicionalmente desarrollado por mujeres y con ello el salario que en justicia deba corresponderle.
Rosalía Sánchez-Solís de Querol